El origen de las cortinas es casi tan antiguo como el origen del hombre. Y aunque hay estudios que la colocan ya en tiempos de Jesucristo, su origen podría ser mucho mayor. Es el antiguo Egipto cuando aparecen las primeras cortinas, como elementos exóticos de decoración de las clases más pudientes. Tan solo los faraones podían tener estas cortinas que servían, a falta de muros, para la separación de espacios y sus telas se traían de los lugares más exóticos de Asía.
También en la antigua Roma, las cortinas eran utilizadas por las clases más adineradas. Solo al alcance de los más poderosos y tenían un cierto cariz de protección, misterio y sensualidad que servía, también, para la separación del hombre. De hecho, en la misma Biblia se nombra la cortina como shekinah. La Biblia la nombra como una nube luminosa que acoge al pueblo nuevo, para dar espacio al hombre que retorna a Dios. Se presenta así, al menos en una forma embrionaria, como un signo de protección.
Pero no es hasta el siglo V con el inicio de la época medieval cuando el concepto de cortina se asemeja más al que conocemos en la actualidad y, por primera vez, se le da una finalidad parecida a la actualidad: como aislante del frío. En el origen de las cortinas como tal tienen mucho que ver los grandes castillos. Espectaculares monumentos pero con bastantes cosas que mejorar como cubrir los grandes ventanales sin vidrios que resguardar y proteger a sus inquilinos.
De hecho, en esta época tanto el mobiliario, como las cortinas se elaboraban en distinto color pero con un único material. Y las galerías, gruesas y elaboradas en madera, sujetaban las cortinas que fueron haciéndose cada vez más gruesas para proteger de las inclemencias del tiempo. A su vez que las camas fueron cubiertas por doseles con pesadas cortinas para protegerse contra el frío.
Ya con la llegada del Renacimiento, la situación distaba mucho del origen de las cortinas. Y estás empiezan ya no solo a cumplir una función aislante, si no también decorativa con telas traídas de Oriente, como las más solicitadas y para cubrir corredores de palacios y grandes casas. Nuevos materiales como la seda o el terciopelo o nuevas imágenes como animales, vegetales, imágenes de la vida cotidiana, empezaron a sofisticarlas.
Ya a partir del 1600 con el Barroco, nace el verdadero culto por el cortinaje y donde la arquitectura y las cortinas van más de la mano que nunca. Pese a que los elementos constructivos no presentan ninguna novedad en el Barroco, que siguen los órdenes clásicos del Renacimiento, si se sigue innovando en el diseño de las cortinas. Más cortas, con nuevas técnicas para levantarlas. Destacando los franceses en la segunda mitad del siglo XVII como los maestros del cortinaje. Y pese a que los siglos XVIII y XIX marcaron una época de cortinas pesadas y elaboradas. La llegada del siglo XX con nuevas técnicas, materiales y con la aplicación de las nuevas tecnologías, el mundo de las cortinas apostó por la sencillez y la elegancia sin menospreciar el diseño.
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